Crimen e investigación

Crimen en la habitación 21: la matanza de Vilaboa

José Manuel Rodríguez Lamas era el único hijo de una acomodada familia gallega en la década de los 90. Pero, a pesar de su cómoda posición social y económica, el joven Lamas comenzó en su adolescencia a coquetear peligrosamente con las drogas y, con ello, a caer enredado en el mundo de la delincuencia.

Su fuerte adicción a la heroína necesitaba financiación y José Manuel la conseguía robando coches y atracando a punta de pistola, lo que le llevó a ser detenido en numerosas ocasiones.

De Rodríguez Lamas a «El Pulpo»

En los círculos delincuenciales José Manuel era conocido con el alias de «el Pulpo», sobrenombre que se ganó por su forma de mover los brazos cuando se veía envuelto en alguna pelea.

Sus padres trataban de apartarlo del mal camino y llegaron a comprarle una licencia de taxi en Vigo, buscando que encontrara en el trabajo los buenos hábitos y la estabilidad que tanto necesitaba.

La medida pareció surtir efecto y José Manuel comenzó a enderezar su rumbo, controlando aparentemente su adicción y formalizando una relación sentimental con una joven con la que acabó pasando por el altar.

Pero esta nueva vida tan sólo era un espejismo, una tapadera que le permitía camuflar mejor su lado oscuro. José Manuel seguía actuando como el Pulpo.

La heroína, a la que el Pulpo estaba enganchado, es una sustancia tan dañina como adictiva

Una pistola Astra 100 y un silenciador

A finales del año 1996 Roberto Iglesias, uno de los compañeros de fechorías de José Manuel, le reclama a éste 90.000 pesetas por deudas derivadas de sus asuntos en común (botines de robos y trapicheos varios).

El Pulpo no cede y la disputa va elevándose hasta que, en un momento dado, Iglesias exhibe un arma de fuego y encañona con ella a José Manuel, que claudica ante la amenaza y le entrega el dinero, no sin antes jurar ante su oponente que le mataría.

Las amenazas del Pulpo pudieron ser, como tantas otras veces, simples palabras que pronuncia el derrotado en busca de un resquicio de dignidad tras la afrenta. Pero el 26 de enero de 1997, José Manuel se provee de una pistola Astra 100 y un silenciador y acude al hostal La Ría, en Vilaboa, a la espera de Roberto.

En una de las habitaciones del establecimiento, concretamente en la número 21, otros dos habituales de las comisarías han establecido su centro de operaciones. Jesús Joaquín Brea, alias Suso, y Mercedes Castaño, alias Merchy, distribuyen desde ese lugar droga al por menor para los adictos de la zona, entre los que se encuentran Roberto y el Pulpo.

pistola marca astra modelo a100 o 100
Pistola de la marca Astra, modelo 100

La espera se prolonga más de tres horas hasta que, finalmente, Roberto aparece en el hostal y accede a la habitación como era su costumbre habitual cuando acudía a por su dosis: por la ventana.

Al hacerlo se topa con José Manuel, que cegado por la ira no le da opción de defensa y lo ejecuta de inmediato con dos certeros disparos que acaban con su vida al instante.

Con el cadáver de su antiguo socio yaciendo en el suelo el Pulpo toma conciencia de nuevo con la realidad y se da cuenta de la torpeza que ha cometido: ha disparado a Roberto delante de varias personas que, en ese momento, estaban también en la habitación. Ante esto, José Manuel decide involucrar a la fuerza a todos los presentes para evitar con ello ser delatado.

A punta de pistola y con la credibilidad que le otorgaba el haber matado ya a Roberto, el Pulpo obliga al Suso y a otro varón, Manuel Pazos, a infligir varias puñaladas al cadáver de Roberto. Un tercer hombre, Marcial Magdalena, recibe la orden del Pulpo de envolver el cuerpo y hacerlo desaparecer.

El pozo de Ponteareas en el que, tras 8 años, se hallaron los restos mortales de Roberto Iglesias

Cabos sueltos atados a balazos

Con el paso de las horas José Manuel reflexiona y se da cuenta de que, al actuar cegado por la rabia, ha cometido muchos errores y ha dejado demasiados cabos sueltos. Es entonces cuando se percata de que los testigos podrían irse de la lengua con facilidad si siguen con vida.

Una de las hipótesis más probable es que cualquiera de ellos, en el caso de ser sorprendido en alguna de sus muchas cuentas con la ley, ofrezca a la policía información sobre el crimen para tratar de salir airoso de la situación. Y por ello, al día siguiente de haber matado a Roberto, ya en la madrugada del lunes, el Pulpo vuelve a la habitación nº 21 del hostal La Ría pertrechado con la pistola y el silenciador.

Al igual que hizo con Roberto, José Manuel no da opción de defensa a sus objetivos. El primero en ser abatido fue el Suso, que murió en el acto con 32 años de edad. La Merchy, que entonces tenía 29 años, trató de escapar de la habitación, pero las balas de la pistola de José Manuel la acribillaron cuando estaba a punto de alcanzar la puerta de salida.

El siguiente en caer fue un cliente habitual de la pareja de traficantes: Eugenio Riobó, de 31 años. Otro de los clientes era Alberto Piñeiro, de 26 años, que logró salvar milagrosamente la vida después de que el Pulpo le alcanzase con un disparo en la cabeza y le diese por muerto.

Junto a él, el otro superviviente de esta masacre fue Marcial Magdalena, que pudo refugiarse en un armario sin que José Manuel advirtiese su presencia.

Los cuerpos son descubiertos a la mañana siguiente y, aunque en principio se procedió a la detención de otros tres hombres como posibles autores del crimen, cuando la investigación profundiza no tarda en señalar a José Manuel como el autor de la matanza.

Hasta que se agoten las balas

El Pulpo, que estaba en paradero desconocido desde el día de los hechos, es detectado por la policía el 4 de febrero en el barrio del Cabral, en Vigo. Al saberse descubierto, José Manuel se parapetó tras un vehículo, sacó las dos pistolas que portaba consigo y se enfrentó a tiros con los agentes.

Tras un intenso intercambio de disparos, el Pulpo sólo dio su brazo a torcer y acabó entregándose cuando se quedó sin munición.

En mayo de 1999 José Manuel Rodríguez Lamas fue condenado por la Audiencia Provincial de Pontevedra a la pena de 125 años de prisión. Cabe recordar que en la habitación del hostal fueron encontrados los cuerpos de todas las víctimas a excepción del de Roberto Iglesias.

José Manuel se negó en rotundo durante años a revelar a la policía el lugar en el que se habría desecho de ese cadáver. Pero ocho años más tarde y después de que no fructificase la negociación con una revista por la exclusiva, acabó confesando que el cuerpo de Roberto había sido arrojado a un pozo en Ponteareas.

Fue así como pudo cerrarse por completo este caso, tras inspeccionar el lugar y hallar en el interior los restos mortales del que fuera amigo y compinche del Pulpo.

El Inspector-Jefe Rodríguez Trincado, jubilado en el año 2017, participó en la detención de Lamas. Años más tarde, el propio Lamas le confesaría dónde había ocultado el cuerpo de Roberto Iglesias.

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Javier del Molino

Crecí en el barrio de Pizarrales (Salamanca), lugar de nacimiento de un famoso delincuente: «el Lute». Pero yo elegí el otro bando. Por eso hoy escribo sin pretensiones de fama ni fortuna, pero con conocimiento de causa, sobre el bien y el mal, sobre policías y ladrones, sobre criminología y criminales…

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