Crimen e investigación

El asesino de la maleta y del subinspector Blas Gámez

Madrugada del 12 de septiembre de 2017 en Valencia. Una dotación del Cuerpo Nacional de Policía es requerida en la avenida de Peris y Valero. Un ciudadano ha observado, entre dos contenedores, una maleta que le infunde sospechas.

Los agentes no salen de su asombro cuando descubren lo que esconde. En el interior hay un torso humano, sin cabeza ni extremidades y con lo que parecen heridas de arma blanca.

El Grupo de Homicidios toma las riendas

De inmediato se da aviso a las brigadas de policía científica y policía judicial. Entre los profesionales que se encargarán del caso está el subinspector Blas Gámez, un agente con una dilatada y envidiable trayectoria.

Años atrás Blas perteneció al G.E.O., la unidad de élite del Cuerpo Nacional de Policía, y en el momento de los hechos prestaba servicio adscrito al Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de la Comunidad Valenciana.

Maleta en la que apareció el torso

Los investigadores comienzan su labor mientras las horas van pasando, hasta que amanece y la luz del sol muestra un pequeño reguero de gotas de sangre.

Un rastro que, quizá, podría pasar inadvertido para el ojo profano, pero no para el de estos curtidos policías, que con este y otros indicios centran sus pesquisas en el portal nº 77 de la calle Sueca.

El asesino de la maleta

Los agentes aún no lo saben, pero en ese portal reside Pierre Danilo Larancuent, quien pocas horas después pasaría a ser conocido como “el asesino de la maleta”.

Larancuent era un ciudadano sueco que, tras cumplir 14 años de cárcel en su país por tráfico de drogas, se había instalado pocos meses antes en Valencia.

Era un tipo peculiar, y no sólo por su pasado penitenciario. Durante su estancia en prisión escribió tres novelas negras de cierto éxito junto a otro recluso que cumplía condena por un triple asesinato.

Los que fueron sus vecinos en el barrio valenciano de Ruzafa describieron a Pierre Danilo como un tipo de trato poco amigable y mirada intimidatoria, aficionado a la musculación y a las artes marciales.

Qué pasó en la calle Sueca nº 77

Como se supo más tarde, dos días antes Pierre Danilo concertó una cita con otro hombre a través de una aplicación de contactos.

Le invitó a su casa y allí lo mató a puñaladas y lo descuartizó, abandonando el torso en el interior de la citada maleta y sin que hasta la fecha se hayan encontrado el resto de partes del cadáver.

Fue un tatuaje lo que permitió identificar a la víctima: un varón de 42 años natural del municipio de Xeraco y propietario de una peluquería en Valencia. Sus familiares habían denunciado el día anterior su desaparición al no tener noticias suyas.

La huida de Larancuent y el asesinato de Blas Gámez

Pierre Danilo, sabedor de lo que había hecho y con 14 años de cárcel curtiendo su intuición, supo que había llegado el momento de poner tierra de por medio.

Pierre Danilo Larancuent

Metió algunas pertenencias en una mochila y se dispuso a huir armándose con un cuchillo de grandes dimensiones.

Lo que no sospechaba era que su portal estuviera siendo ya vigilado por agentes no uniformados y que éstos no dejarían entrar o salir del lugar a nadie sin antes, al menos, identificarlo plenamente.

Apenas 10 horas después del hallazgo de la maleta, a plena luz del día, Pierre Danilo pretendía salir de su portal para no volver.

Pero Blas y su compañero lo interceptaron, identificándose como policías y solicitándole su documentación. Larancuent reaccionó atacando.

Sin dar opción de defensa a Blas sacó el cuchillo y lo apuñaló en varias ocasiones.

El segundo agente desenfundó de inmediato su arma reglamentaria y abatió a tiros al agresor, pero nada pudo hacer ya por salvar la vida de Blas, herido mortalmente por el asesino al que perseguía.

En memoria del subinspector Blas Gámez Ortiz

¿Cuál fue tu pecado? Ese por el que tan alto precio has pagado. Quizá estar hecho de otra pasta, de esa que permite enfrentarse a lo más oscuro de la naturaleza humana y no volverte loco.

Quizá tu error fue mirar allí donde los demás apartan la vista e indagar en lo que casi todos, por temor, preferían ignorar. O tal vez tu pecado fuese proteger a tus iguales de la barbarie y de lo irracional. Quizá pecaste, amigo Blas, el día en que decidiste ser policía (y de los mejores).

Qué irónico es el destino, capaz de convertir tus virtudes en tu trampa. Y qué despiadado y cruel, pues así paga a quien persigue a los que se creen impunes y con derecho a segar las vidas de otros.

Ese destino, maldito destino, que por seguir el rastro de la sangre de un inocente te obligó a derramar la tuya propia.

Hoy lloramos por ti. Pero tanto dolor, tan profunda tristeza, no puede evitar que esbocemos una leve sonrisa entre las lágrimas al hacer presente el recuerdo de tu ejemplo, entregando tu vida por defender la de los demás.

¡Los tuyos pueden estar orgullosos! Y ese recuerdo, ese ejemplo, nos llevará mañana, después del duelo, a recordarte para siempre con una sonrisa. Así pues, querido Blas, te hago llegar estas líneas allá donde estés, para desahogo de mi impotencia, pero sobre todo para presentarte mi más profundo respeto y mi absoluta admiración. Descansa en paz, compañero.

Y tú, ¿qué opinas?

Si quieres dar tu opinión o hacer algún aporte sobre las cuestiones que trata esta entrada, te leo en el apartado de comentarios y te invito a que compartas el artículo. ¡Gracias! 🙂

Javier del Molino

Crecí en el barrio de Pizarrales (Salamanca), lugar de nacimiento de un famoso delincuente: «el Lute». Pero yo elegí el otro bando. Por eso hoy escribo sin pretensiones de fama ni fortuna, pero con conocimiento de causa, sobre el bien y el mal, sobre policías y ladrones, sobre criminología y criminales…

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