Crimen e investigación

El violador de Martorell: volver a delinquir durante un permiso

El calvario para quien sufre una agresión sexual no termina cuando el autor da por saciados sus más bajos instintos y, en el mejor de los casos, huye del lugar dejando a su víctima con vida. Comienza entonces un martirio psicológico que acompañará a estas mujeres para siempre.

La detención del agresor, lejos de ser un alivio, suele convertirse en un nuevo foco de sufrimiento para ellas, obligándolas a revivir lo ocurrido, a relatar con lujo de detalles las vejaciones sufridas y, en muchos más casos, a soportar las estrategias de abogados que basan sus defensas en denostar la reputación de la víctima y presentarla como una casquivana provocadora ante la que su defendido no pudo resistirse.

Pero el ingreso en prisión del acusado tampoco acaba con la pesadilla. Las heridas se reabrirán cuando los violadores comiencen a disfrutar de permisos y a obtener beneficios penitenciarios con los que reducen sus condenas, aun cuando el porcentaje de ellos que reincide es muy elevado. El caso del violador de Martorell es un claro ejemplo de todo ello, aunque por desgracia no es, ni será, el único.

Ataque fallido

En octubre del año 2002, en Abrera (Barcelona) Montse finaliza su turno de noche en el trabajo. Aún no ha amanecido cuando emprende el camino a casa y mientras conduce tiene la sensación de que otro vehículo la sigue, pero ya ha llegado a su calle y aparca a escasos metros de la puerta de su finca.

Entonces, el vehículo que parecía seguirla se coloca en paralelo al suyo y le cierra el paso. De él baja un hombre alto y fuerte que se dirige hacia Montse, abre la puerta del coche y sin mediar palabra le propina un fuerte puñetazo en el rostro.

Entonces le dice que será mejor que obedezca porque tiene una navaja, y trata de sacarla a la fuerza. Pero ella se resiste y el desconocido comienza a propinarle fuertes puñetazos en la cara sin ninguna contemplación. Montse comienza a gritar y trata de huir hasta que cae al suelo y su agresor cambia los puñetazos por violentas patadas por todo el cuerpo.

Montse, primera víctima de Tomás
Montse, primera víctima de Tomás, en una aparición reciente en televisión.

El escándalo despierta a una vecina que abre la persiana de su ventana y el varón se asusta, vuelve a su coche y se marcha del lugar. El agresor pretendía algo más que agredir físicamente a Montse. Está furioso por haber podido completar su plan y busca otra víctima con la que culminarlo.

Violar, robar y matar

La encontrará poco más tarde en Martorell, donde sobre las 06.30 de la mañana aborda a otra mujer, Lucía, que en ese momento se dirigía a su puesto de trabajo. Esta vez a punta de navaja la obliga a subirse al coche y la conduce a una zona boscosa donde la ata a un árbol con la cinta de una persiana.

Después raja sus ropas con la navaja y la viola en varias ocasiones durante unas dos horas. Cuando se da por saciado, el hombre decide matar a Lucía y le clava la navaja en el cuello. No lo consigue, pero ella simula haber muerto y él se marcha del lugar.

Tras una espera prudencial Lucía logra taponar la herida y vagar por el monte y la carretera. Serán varios los vehículos que pasen a su lado ignorando sus súplicas de ayuda, hasta que al fin un conductor la socorre.

Además de violarla, el agresor obligó a Lucía a entregarle sus tarjetas bancarias y a facilitarle el número pin. Será cuando utilice una de ellas en un cajero para extraer 300 euros cuando su rostro quede recogido en las cámaras de la entidad bancaria, lo que permitirá a la Guardia Civil averiguar su identidad y detenerle.

Víctimas por enésima vez

Se trata de Tomás Pardo Caro, un joven vecino de Martorell del que poco se sabe sobre su vida. Tan sólo ha trascendido que su padre tenía problemas con el alcohol,  que su madre le obligaba (cuando era menor) a mendigar comida en algunos comercios y que tiene una relación con Toñi, una joven que sigue a su lado tras su detención y no le cree capaz de hacer todo aquello de lo que le acusan.

Tomás acudiendo al juzgado en compañía de Toñi, su pareja en aquellos momentos

El 31 de octubre Tomás ingresa en prisión provisional a la espera de juicio. Transcurrido 2 años, plazo máximo de privación de libertad fijado en el auto, la Fiscalía debía solicitar, si lo consideraba oportuno, la prórroga de la prisión provisional para el acusado. Y así lo hizo pocos días antes de que concluyera el periodo.

Pero por un presunto error administrativo que nadie ha sabido explicar con exactitud, la Audiencia Provincial no recibe esa comunicación y el plazo se cumple sin que, técnicamente, la Fiscalía hubiese solicitado la prórroga, por lo que el reo es puesto de inmediato en libertad hasta que se celebre el juicio. La indignación de Montse y Lucía sólo es superada por el pánico que les produce saber que su agresor se encuentre libre sin haber sido aún juzgado.

Además ambas se quejaron amargamente de la actitud del Presidente de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Barcelona, del que dijeron que pareció mostrarse condescendiente con el acusado cuando las citó para comunicarles lo sucedido, diciéndoles que estuvieran tranquilas porque el chico estaba muy arrepentido y le había dicho que no lo volvería a hacer.

Montse y Lucía se sienten víctimas por partida doble, recelan del sistema judicial y temen que el error administrativo fuese premeditado.

En el juicio, que se celebrará tres meses más tarde, Montse y Lucía no sólo tienen que enfrentarse de nuevo a su agresor, sino también al abogado de éste, Rafael Boronat, que pretende dar a entender continuamente que a ambas mujeres les gustaban realzar su belleza para sentirse deseadas por hombres como Tomás que, movido por la fogosidad de su juventud, no pudo evitar sucumbir a la tentación.

Y todo ello sin recibir ninguna advertencia o amonestación al respecto por parte de los magistrados. Cabe destacar que dos años más tarde este abogado fue detenido en Santo Domingo y extraditado a España después de fugarse tras ser condenado por abusos sexuales sobre una menor que padecía una discapacidad psíquica.

Cumplimiento parcial de la condena

Finalmente, el 30 de diciembre de 2004, Tomás Pardo Caro fue condenado por estos hechos a 26 años de prisión. A pesar de la condena, Tomás sigue siendo inocente a ojos de su novia Toñi, que queda embarazada de él durante sus encuentros vis a vis en prisión y da a luz a una niña.

Pero años más tarde algo cambia en la relación y Toñi rompe con Tomás y le impide ver a su hija. También durante una visita en prisión Tomás perderá para siempre el contacto con su hermana Raquel, después de confesarle que no la ve como una hermana, si no como una mujer, y que la desea sexualmente.

La única persona con la que mantiene visitas y correspondencia es con su madre, que sigue creyendo que su hijo ha sido encarcelado injustamente.

Matilde Caro, madre de Tomás, siempre ha mantenido la inocencia de su hijo

En 2016, cuando Tomás ha cumplido la mitad de su condena de 26 años, comienza a disfrutar de permisos penitenciarios por su buen comportamiento en prisión y por haber participado en un curso de rehabilitación para agresores sexuales.

Montse y Lucía se enteran de este extremo a través de los medios de comunicación y los fantasmas del pasado reaparecen. Tienen miedo, y así lo dicen públicamente, de que ellas mismas vuelvan a ser objetivo de Tomás o bien de que busque a una nueva víctima. Lo que tienen claro es que, más pronto que tarde, volverá a atacar a una mujer. Y no se equivocan.

Reincidencia

El 29 de octubre de 2016, mientras disfruta de un permiso, repite punto por punto el mismo modus operandi que utilizó años atrás. Esta vez es en Igualada (Barcelona) en donde aborda a una mujer que había madrugado para practicar senderismo.

A punta de navaja la obliga a conducir su coche hasta una zona boscosa en Castellbisbal, y como ya hiciera con Lucía, la ata a un árbol y la obliga a darle el pin de sus tarjetas bancarias. Después la agrede sexualmente durante una hora y media después la apuñala hasta en 7 ocasiones y arroja su cuerpo por un terraplén, dándola por muerta.

Pero una vez más volvió a fallar en la ejecución de su víctima, que gravemente herida logra sacar su teléfono móvil y enviar un mensaje con su geolocalización, gracias al cual los bomberos y los mossos d’esquadra logran dar con ella y salvar su vida.

Como ya hiciera también en 2002, utiliza las tarjetas de su víctima, pero en esta ocasión ha escarmentado y envía a su sobrino al cajero, del que extrae 1000 euros que gasta principalmente en cocaína durante dos días frenéticos hasta que fue detenido.

Tres años más tarde, en 2019 fue condenado a otros 70 años de prisión, casi el triple de la pena que le fue impuesta en 2004 por unos hechos prácticamente idénticos.

Y tú, ¿qué opinas?

Si quieres dar tu opinión o hacer algún aporte sobre las cuestiones que trata esta entrada, te leo en el apartado de comentarios y te invito a que compartas el artículo. ¡Gracias! 🙂

Javier del Molino

Crecí en el barrio de Pizarrales (Salamanca), lugar de nacimiento de un famoso delincuente: «el Lute». Pero yo elegí el otro bando. Por eso hoy escribo sin pretensiones de fama ni fortuna, pero con conocimiento de causa, sobre el bien y el mal, sobre policías y ladrones, sobre criminología y criminales…

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba