Crimen e investigación

Cómo se forman nuestras huellas dactilares y por qué son únicas: la teoría de Alan Turing era cierta

Es un clásico del cine, las novelas negras y, por una vez, y sin que sirva de precedente, también de la realidad pura y dura de la labor policial: que una huella dactilar hallada en la escena del crimen sea la clave que permita la identificación del autor.

Pero, ¿por qué sólo esa persona, y no otra, es la “propietaria” única y exclusiva de esa impresión digital? Si se dice que todos tenemos un doble en el mundo, ¿no es posible que alguien tenga, exactamente, las mismas huellas que otra persona?

Qué son los dermatoglifos

El término proviene del griego derma (piel) y glypho (estructura), por lo que podemos decir que los dermatoglifos son los trazos (crestas y surcos) que se forman sobre las palmas de las manos, las plantas de los pies y los pulpejos de los dedos. Es decir, lo que genéricamente conocemos como las huellas dactilares.

Estos trazos, que también reciben el nombre de dibujo dactiloscópico, están presentes en un ser humano desde mucho antes de su nacimiento. En concreto, en la semana 14 de gestación ya se habrá definido su forma y no variará a lo largo de toda la vida del sujeto, salvo acción directa sobre ellos.

Además de servir para delatar a los criminales y, ahora también, para desbloquear el teléfono móvil, su función natural es la de mejorar el agarre y permitir la percepción de distintas texturas al tacto.

Cómo se identifica a una persona a través de sus huellas dactilares

Cuando nos encontramos con unas huellas como, por ejemplo, las que puedan ser halladas en la escena de un crimen, las denominamos huellas latentes o dubitadas (de duda), porque no tenemos certeza sobre la identidad de la persona a la que pertenecen.

Estas impresiones dactilares se compararán con las huellas archivadas en las bases de datos policiales que están asociadas a identidades concretas y que reciben el nombre de huellas indubitadas (porque se sabe, sin duda, a qué persona pertenecen cada una de ellas).

Determinar que una huella dubitada se corresponde con otra indubitada requiere fijarse en los llamados puntos característicos (o minucias) del dibujo dactiloscópico, que son distintas variaciones en la forma de las crestas y surcos (bifurcación, interrupción, empalme, ojal, horquilla, islote…).

Los distintos tipos de puntos característicos que pueden aparecer en una huella

Como norma general, la identificación se considera plena cuando, al cotejar una huella dubitada con una indubitada, se aprecian doce de estos puntos característicos coincidentes en forma, posición y orientación. Si esto sucede se puede afirmar que ambas impresiones pertenecen a la misma persona.

Cómo se generan nuestras huellas dactilares: Alan Turing estaba en lo cierto

El británico Alan Turing pasó a la historia por ser el creador de la máquina Enigma, un dispositivo que permitía descodificar las comunicaciones en clave de los ejércitos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

Este brillante matemático, considerado como el pionero de la computación, fue duramente perseguido por su homosexualidad y murió con tan sólo 41 años en lo que parecía, a priori, un suicidio después de morder una manzana envenenada con cianuro. Una leyenda urbana dice que el logotipo de Apple está inspirado en este pasaje.

En 1952, sólo dos años antes de fallecer, la mente maravillosa de Turing publicó un estudio titulado “la base química de la morfogénesis”, en el que trataba de explicar el surgimiento en la naturaleza de patrones como los colores de los peces tropicales o las manchas en el pelaje de los animales (y, por definición, también aplicable a las huellas dactilares en un ser humano).

Estatua realizada en pizarra de Alan Turing y su «máquina Enigma»

Recientemente, un grupo de investigadores de la universidad de Edimburgo publicaban un artículo en la revista Cell que explicaría el proceso de formación de los dermatoglifos, confirmando las teorías de Turing y materializándolas, en términos bioquímicos, en la competencia entre dos sustancias que actuarían a modo de activador e inhibidor.

El tira y afloja que se produce entre ambas es extremadamente sensible a cualquier mínima desviación y, por tanto, dará lugar a formas necesariamente aleatorias por lo impredecible del proceso, siendo esta la razón por la que no puede haber dos huellas dactilares iguales.

Si quieres jugar a crear patrones basados en las teorías de Turing puedes visitar esta web. Observarás que, cada vez que marques un origen, se obtiene un patrón distinto.

Y tú, ¿qué opinas?

Si quieres dar tu opinión o hacer algún aporte sobre las cuestiones que trata esta entrada, te leo en el apartado de comentarios y te invito a que compartas el artículo. ¡Gracias! 🙂

Javier del Molino

Crecí en el barrio de Pizarrales (Salamanca), lugar de nacimiento de un famoso delincuente: «el Lute». Pero yo elegí el otro bando. Por eso hoy escribo sin pretensiones de fama ni fortuna, pero con conocimiento de causa, sobre el bien y el mal, sobre policías y ladrones, sobre criminología y criminales…

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