Crimen e investigación

Caso Alcàsser: el papel de la televisión de la época en su repercusión

El crimen de las niñas de Alcàsser (Toñi, Míriam y Desirée) es el caso más famoso y polémico de la vasta y variada crónica negra española.

Cuando las tres adolescentes valencianas no regresaron en hora a sus domicilios, en los inicios de un fin de semana del año 1992 (y en la zona de influencia de la ruta del bakalao) muchos creyeron que el hecho se resolvería pronto, con el regreso arrepentido de unas niñas que, probablemente, jugaban a ser mayores.

Sin embargo, las tres familias estaban convencidas de que ese comportamiento no era propio de sus hijas. Por desgracia, estaban en lo cierto.

Pero algo extraño envolvió a este suceso desde su inicio. La cobertura mediática de la desaparición y posterior búsqueda de las menores era continua, extensa y sin precedentes hasta el momento en nuestro país. Pero, ¿por qué? ¿Qué hacía a este caso, ya desde su punto de partida, distinto de otros similares?

Toda España conocía los nombres de las niñas, sus rostros, sus aficiones… y a sus dolientes y desesperados padres que, capitaneados por Fernando García (padre de Míriam), aparecían regularmente en prensa, radio y, sobre todo, televisión.

Después de 75 días de angustia, los cuerpos de Toñi, Míriam y Desirée aparecieron semienterrados en una zona agreste conocida como La Romana. Habían sido salvajemente violadas, torturadas y ejecutadas de un disparo en la cabeza.

El fatídico y brutal desenlace, lejos de espolear las conciencias de quienes ya habían comerciado con el suceso hasta entonces, supuso el inicio de un espectáculo aún más grotesco, sin un mínimo atisbo de consideración hacia las víctimas y sus familias.

Un circo, un esperpento al que, cada vez, se añadían nuevos ingredientes y personajes y en el que las televisiones de la época jugaron un papel determinante en la trascendencia del caso y el oscurantismo que lo acompañaba, tanto en el momento de los hechos como en su extensión hasta hoy, más de 30 años después.

El nacimiento de las televisiones privadas

Con la excepción de los canales autonómicos en unas pocas comunidades, podríamos decir que hasta finales de los años 80 la única oferta televisiva en el país era la de Radio-Televisión Española, concebida como un servicio público que se sufragaba con el dinero de todos los ciudadanos.

Pero al inicio de la década de los 90 surgieron los primeros canales de televisión privados (Antena 3, Telecinco y Canal +). Estas cadenas, en contraposición a RTVE, eran empresas al uso. Es decir, propiedad de accionistas que arriesgaban su dinero buscando el mayor rédito posible de su inversión.

Como por todos es sabido, la obtención de beneficios en el sector audiovisual se sustenta en el número de espectadores. La regla es simple: más espectadores = más empresas dispuestas a pagar por publicidad = más ingresos. Por tanto, el nacimiento de las privadas generó para todos la imperiosa necesidad de conseguir mejores datos de audiencia que el resto, convirtiendo el éxito de unos en el fracaso de los otros.

Desde los más ancianos hasta los más pequeños sabíamos que Toñi, Miriam y Desirée habían desaparecido.

El crimen de las niñas de Alcàsser se comete en plena eclosión de esta competencia entre televisiones, inédita hasta el momento. Las cadenas no estaban dispuestas a desaprovechar ninguna oportunidad que les permitiese aumentar su cuota de pantalla, aunque ello supusiera renunciar a la ética más elemental en algunas ocasiones.

Lo que comenzó siendo una desaparición de tres niñas ya atrajo la atención del público desde el inicio de forma considerable. Pero el número de espectadores aumentaba de modo exponencial a medida que se desarrollaban los acontecimientos y surgían nuevos hechos y circunstancias que revestían el caso de más morbo y misterio.

Estas circunstancias fueron debidamente amplificadas y utilizadas de forma maliciosa por determinados programas y profesionales, tanto en los compases iniciales como a lo largo de los años posteriores. Las mareantes cifras de espectadores suponían notoriedad y grandes ingresos para el espacio de turno, pero se obtenían a costa de explotar el dolor de las familias y la dignidad de las víctimas.

El éxito de ‘Quién sabe dónde’

Con la necesidad de innovar para diferenciarse, las televisiones probaban nuevos contenidos buscando la gallina de los huevos de oro. Uno de estos nuevos formatos fue el espacio ‘Quién sabe dónde’, de Televisión Española, que consiguió un éxito considerable.

El programa comenzó a emitirse en La 2 de la mano de Ernesto Sáez de Buruaga. Pero sus buenos resultados le valieron el salto a TVE-1, siendo dirigido y presentado desde entonces por Paco Lobatón.

Paco Lobatón al frente de una edición de ‘Quién sabe dónde’

El programa basaba su dinámica en la difusión de casos de desaparición y en la colaboración de los espectadores para lograr resolverlos, obteniendo grandes registros de audiencia y, además, una buena reputación entre la ciudadanía por sus (aparentes) nobles intenciones.

Con estos mimbres, ‘Quién sabe dónde’ arrancaba su segunda temporada en octubre de 1992, sólo un mes antes de la desaparición de Toñi, Míriam y Desirée.

El nacimiento de la telebasura: ‘De tú a tú – especial Alcàsser’

El paradigma del mal gusto y de la falta absoluta de escrúpulos fue la edición especial del programa ‘De tú a tú’ que Antena 3 emitió en directo desde Alcàsser el 28 de enero de 1993. Esa noche, Nieves Herrero contaba a toda España los detalles más escabrosos del hallazgo de los cadáveres de las niñas, tan sólo 24 horas después de que esto ocurriera y con los familiares sentados junto a ella en el escenario de un salón de actos del pueblo.

La realización de aquel dantesco show se regodeaba de forma nauseabunda con primeros planos de sus rostros mientras Herrero ahondaba en los signos de tortura o el grado de descomposición de los cuerpos.

La periodista también cedía la palabra a los vecinos del pueblo para que éstos dejasen fluir ante las cámaras sus emociones más primarias. Muchos llantos y, sobre todo, mucha ira clamando por la pena de muerte para el autor o autores de tal atrocidad sobre sus inocentes paisanas.

Todo ello adornado con perlas como la que nos mostró la grabación del momento en el que Fernando García y su esposa, Matilde Iborra, se reencontraban en el pasillo de su propia casa después de recibir por separado la noticia del hallazgo del cuerpo de su hija. La frase de la presentadora para justificar el paso a la secuencia fue: “vamos a compartir ese dolor”.

Algunos fragmentos del bochornoso programa especial emitido por Antena 3.

Curiosamente, esa misma noche, también se emitió en directo desde Alcàsser una edición especial de ‘Quién sabe dónde’. Sin embargo, y a pesar de los paralelismos, un tratamiento algo más comedido del suceso y la fama de servicio público bienintencionado que se había labrado el espacio de Lobatón contribuyeron a que el programa de Nieves Herrero cargase con las críticas más feroces y fuese considerado por muchos como el nacimiento de la telebasura en España.

Fernando García: un padre herido del que muchos se beneficiaron

El padre de Míriam fue la cara más visible de las tres familias afectadas. Siempre se mostraba abierto a conceder unos minutos de entrevista con tal de que la búsqueda de su hija y sus amigas siguiese activa, procurando que la investigación no se enfriase y que la colaboración ciudadana continuara aportando informaciones, con el deseo de que alguna de ellas fuese la llave maestra para encontrar a las niñas sanas y salvas.

Los medios lo presentaban a los ojos del populacho como un padre-coraje. Sin duda, lo fue. Pero no menos que su esposa (Matilde) o los padres de Desirée (Rosa y Vicente) o de Toñi (Luisa y Fernando).

Sin embargo, su buena oratoria y su disposición para sentarse ante las cámaras le otorgaron el papel de portavoz oficioso y su imagen merecida de luchador infatigable, aun roto por el dolor, era recalcada y magnificada por la prensa, pues con ello el personaje resultaba todavía más atractivo para el espectador.

Pronto llegarían, tras el macabro desenlace y las circunstancias que lo rodearon, las diferencias con las otras familias (especialmente con la de Desirée), las versiones alternativas y teorías de la conspiración, la polémica de los donativos y la fundación, la condena por injurias…

La búsqueda de respuestas a lo inexplicable, sumada a algunos personajes abyectos de los que el padre de Míriam se dejó rodear lo convirtieron (con todos mis respetos) en un juguete que, aunque cada vez estaba más roto, seguía resultando extraordinariamente útil y rentable para los aviesos intereses de unos cuantos.

Es evidente que Fernando García cometió errores. Pero no seré yo quien se atreva a juzgar ninguna conducta de un hombre al que supongo el alma quebrada desde noviembre de 1992.

Quien pretenda ser crítico puede poner los actos de García en comparativa, sin ir más lejos, con los de los padres de Toñi y Desirée. Pero es comprensible que el modo y las formas de enfrentarse a emociones tan punzantes y devastadoras y de reaccionar ante ellas pueda diferir de forma radical.

Además, en el caso de Fernando, presumo sin temor a equivocarme que se añade como agravante el sentimiento de culpa. Y es que, con todo lo que se ha hablado y escrito sobre el crimen de Alcàsser, se ha pasado de puntillas por el hecho de que Míriam telefonease a casa poco antes de desaparecer para preguntar si su padre podía acercar al grupo a la discoteca Coolor, en Picassent.

Matilde explicó a su hija que su padre estaba acostado porque no se encontraba bien y las niñas decidieron recorrer el camino a pie a la vez que hacían auto-stop. Durante ese trayecto cayeron en las manos que acabarían con sus vidas. Lo considero motivo más que suficiente para que ese padre, aunque de forma injusta, se auto-castigue y llegue a perder los papeles en más de una ocasión.

Esta fotografía de Fernando García y Fernando Gómez (padre de Toñi) ilustra cómo, a pesar de que todos los padres jugaban el mismo papel, el foco mediático recaía mayoritariamente sobre el padre de Míriam.

Del mismo modo, entiendo que Fernando diera pábulo a personas que trataban de convencerlo, con siniestras intenciones, de que la muerte de su hija obedecía a algo más oscuro y enrevesado que al capricho demencial de ‘dos robaperas’, como él mismo ha calificado a Miguel Ricart y Antonio Anglés.

Sobrevivir a una hija es algo tan antinatural que convierte el trance en casi imposible de asimilar desde la explicación más sencilla. El principio de la navaja de Ockham no tiene demasiado sentido para quien se encuentra ante tal situación.

Por todo esto, Fernando García y sus circunstancias jugaron un papel determinante en la forma en la que el caso Alcàsser fue expuesto en los medios de comunicación y, por lo tanto, percibido por la ciudadanía. Tanto en los inicios del mismo como, sobre todo, en los años posteriores. La empatía con su tragedia le otorgaban credibilidad a sus palabras sin necesidad de certificaciones. El morbo que añadían al caso las teorías sobre tramas oscuras y círculos de poder hicieron el resto.

Todo vale: ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’ y ‘El juí del cas Alcàsser’

Dirigido y presentado por Pepe Navarro, Esta noche cruzamos el Mississippillegó a Telecinco en el año 1995. Su concepto, considerado como el primer late-night nacional, era muy atrevido para lo visto en televisión hasta la época y no tardó en atraer la atención de los españolitos.

En un artículo del periodista Quico Alsedo, publicado en el diario El Mundo en 2019, uno de los responsables de aquel show,  definía el momento clave que propició la nueva explotación sin miramientos de la memoria de Toñi, Míriam y Desirée.

Contaba la fuente que, en septiembre del año 1996, invitaron al programa a Blanca Estrella Ruiz, presidenta de la asociación Clara Campoamor (organización personada como acusación popular en el la causa por el triple crimen de Alcàsser). El caso comenzaba a resonar de nuevo ante la proximidad del juicio contra el único detenido por los hechos, Miguel Ricart.

Según relató el ejecutivo televisivo, la entrevista debía durar unos 15-20 minutos, pero Pepe Navarro la extendió, sobre la marcha y bajo su criterio, hasta la hora y media. Lo que todos consideraron una excentricidad de Navarro que se traduciría en un batacazo monumental en audiencia resultó ser todo lo contrario. El directivo apostilló: “Menudo pelotazo. Claro, nos tiramos en plancha con el tema”.

También ese artículo hacía referencia a Juan Ignacio Blanco. Un personaje mucho más oscuro y maquiavélico que las tramas que él mismo sugería, y que ya era colaborador del programa antes del resurgimiento mediático del crimen de las niñas.

Al parecer, Blanco también propuso a la productora abordar el caso en profundidad, y la consigna que recibió al respecto, en palabras literales de la fuente consultada, fue la siguiente: “Le dijimos: ‘Vale, Alcàsser. Pero con el sumario. Vete una semana a Valencia, lígate al padre y, con papeles, empezamos a entrar’. Se fue y desapareció semanas. Pero volvió con Fernando García, que estaba muy perdido”.

Juan Ignacio Blanco y Fernando García en una de sus apariciones en ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’ de Pepe Navarro.

Las apariciones del tándem formado por Fernando García y Juan Ignacio Blanco se hicieron recurrentes ante Pepe Navarro y su público, ya fuera para exponer sus teorías conspiranoicas sobre el crimen o para comentar los detalles de la sesión del juicio que se hubiera celebrado esa misma mañana.

También tenían voz otros protagonistas secundarios, como por ejemplo, los familiares de Antonio Anglés. Destacan, como muestra de que todo valía, las participaciones de Enrique Anglés, hermano del presunto asesino y del que era sabido que padecía una enfermedad mental diagnosticada. Cualquier cosa servía como pretexto para que Alcàsser tuviese cabida una noche más entre los contenidos del programa.

Para abordar el asunto, Pepe Navarro se esforzaba por generar en el plató un clima de rigurosidad y solvencia informativa. Y hubiera colado, si no fuese porque estas intervenciones se encuadraban entre los chistes de Crispín Clander y las hazañas sexuales de La Veneno.

En lo que a ausencia de escrúpulos se refiere, no anduvo a la zaga del ‘Mississippi’ el espacio de Canal Nou llamado (de forma poco original) El juí del cas Alcàsser’. Un programa diario de más de dos horas que desgranaba por la tarde la vista celebrada por la mañana en el juicio contra Miguel Ricart.

Este espacio (en el que Fernando García y Juan Ignacio Blanco llegaron a hacer afirmaciones que acabaron costándoles una condena por injurias años más tarde) surgió como forma de explotar el filón del juicio después de que el director de Canal Nou pretendiese emitir las sesiones en directo y los responsables judiciales no lo permitieran.

No fueron pocos los días de doblete, en los que el padre de Míriam y Juan Ignacio Blanco abandonaban a toda prisa los estudios de Canal Nou en Valencia para tomar un avión que les llevase a Madrid y participar, esa misma noche, en ‘el Mississippi’.

Antonio Anglés y Miguel Ricart.

Los efectos de vender el morbo como información

Queda patente que el contexto televisivo del momento en que se produjeron los hechos, sumado a las características del caso (las nombradas aquí y un sinfín más) y de todos sus protagonistas, crearon el caldo de cultivo perfecto para generar enormes picos de audiencia que se traducían en ingresos millonarios para los canales.

Eso sí, obtenidos a costa de aprovecharse de forma vil y rastrera de personas golpeadas por la más profunda de las desgracias y disfrazando el morbo y el sensacionalismo como información y periodismo de investigación.

Lejos de arrojar alguna luz sobre las circunstancias del secuestro, violación y asesinato de Toñi, Míriam y Desirée, aquellos revuelos, polémicas y desmanes sólo consiguieron emponzoñar aún más un caso ya de por sí enmarañado, generando una enorme bomba mediática cuya onda expansiva ha extendido la leyenda negra y las dudas sobre el crimen de las niñas de Alcàsser hasta hoy.

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Si quieres dar tu opinión o hacer algún aporte sobre las cuestiones que trata esta entrada, te leo en el apartado de comentarios y te invito a que compartas el artículo. ¡Gracias! 🙂

Javier del Molino

Crecí en el barrio de Pizarrales (Salamanca), lugar de nacimiento de un famoso delincuente: «el Lute». Pero yo elegí el otro bando. Por eso hoy escribo sin pretensiones de fama ni fortuna, pero con conocimiento de causa, sobre el bien y el mal, sobre policías y ladrones, sobre criminología y criminales…

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2 comentarios

    1. Como bien dices, el caso Alcàsser da para mucho, pero este artículo no pretende centrarse en el caso, sino en el tratamiento que recibió desde los mediosy la influencia que ello tuvo en su repercusión, dudas, trascendencia… ¡Gracias por tu comentario y un saludo! 🙂

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