Seguridad personal

Cómo las drogas engañan al cerebro para convertirnos en adictos

Todos sabemos que las drogas son extremadamente peligrosas para la salud y que, además, las consecuencias derivadas de su consumo pueden causar estragos en el ámbito (familia, amigos, trabajo…) del individuo que las toma.

Entonces, ¿por qué hay tanta gente que las consume? ¿Cómo logran estas sustancias engañar al ser humano hasta hacerle llegar al punto de ignorar/pasar por alto/minimizar/banalizar sus nefastos efectos? Y sobre todo, ¿por qué muchos de esos consumidores se “enganchan” y son capaces de vender su alma al diablo por una sola dosis más?

Qué es una adicción

La adicción es una enfermedad causada por la búsqueda de gratificación o alivio a través del consumo de ciertas sustancias.

El ser humano también puede volverse adicto a la realización de ciertas conductas (al juego, a las compras, a navegar por redes sociales…). El mecanismo para ello es muy similar al que lleva a la adicción a las drogas, aunque aquí nos centraremos en estas últimas para ser más específicos.

El adicto siente un deseo irrefrenable de consumir la sustancia a la que está “enganchado”, aun siendo consciente de los efectos nocivos que ello pueda tener.

La intensidad de este deseo provoca una distorsión en su escala de valores y prioridades que convierte al adicto en una persona sin control sobre sus actos ni las consecuencias de los mismos.

Representación de la actividad cerebral de una persona sana (izquierda) y de un drogodependiente (derecha)

No le importa nada, absolutamente nada más, que volver a experimentar la sensación que le proporciona su droga. Pero surge un problema añadido: el de la tolerancia.

Y es que el cuerpo se va habituando a la sustancia y necesita cada vez más cantidad para obtener el mismo resultado de placer que en ocasiones anteriores.

Cómo aprende nuestro cerebro: el circuito de recompensa

Para entender cómo una persona puede volverse adicta, primero debemos comprender (de forma muy básica) cómo funciona y aprende la mente humana.

El circuito de recompensa es un mecanismo cerebral cuyo objetivo es conseguir aquello que necesitamos para sobrevivir y perdurar como especie.

Cuando obtenemos elementos o realizamos actividades importantes para la supervivencia (agua, comida, sexo…) el sistema límbico produce una sustancia neurotransmisora llamada dopamina, que nos hará sentir placer.

Gracias a la sensación de placer (refuerzo) aprendemos que esa sustancia o actividad es beneficiosa para nosotros. Con ello, también aprendemos a tratar de repetirla y a desarrollar mecanismos para volver a obtenerla.

Es algo similar a la forma en la que, mediante refuerzos positivos (comida, caricias, juego…), conseguimos adiestrar a un perro para que realice determinados comportamientos.

Cómo actúan las drogas en el cerebro

El primer efecto de las drogas (todas) en el cerebro es el de forzar la liberación de enormes cantidades de dopamina.

De este modo las drogas PIRATEAN nuestro sistema de refuerzos. El cerebro recibe una señal errónea que le indica que la droga es importante para la supervivencia, cuando sabemos que, en realidad, sucede todo lo contrario.

Sin embargo nuestra mente querrá que volvamos a consumir esa sustancia porque, víctima del mensaje distorsionado que recibió, la ha asociado a algo beneficioso.

Además, el refuerzo erróneo que ejercen las drogas sobre el cerebro es mucho más intenso y prolongado que el producido por refuerzos naturales como el sexo o la comida que antes citamos.

Tal es la incidencia que puede llegar a producirse lo que se denomina plasticidad neuronal, es decir, que se modifique la forma en la que se conectan nuestras neuronas y se transmite la información entre ellas.

Otros factores de riesgo para caer en una adicción

Tipo de droga.- El poder adictivo de cada droga es diferente. Es decir, que aunque todas ellas pueden generar una drogodependencia, las probabilidades de ello aumentan o disminuyen dependiendo de la sustancia consumida.

Vía de administración.- Las formas de consumo que consiguen una concentración rápida y elevada de la sustancia en sangre suponen un mayor riesgo de derivar en adicción, especialmente la administración por vía endovenosa.

Entorno.- La influencia social y cultural en la que se mueve el individuo.

Factor genético.- Hay personas cuya predisposición genética las hace más propensas que otras a desarrollar una adicción.

Rasgos de personalidad.- La impulsividad, la baja autoestima o la tendencia a experimentar nuevas sensaciones, por ejemplo.

Y tú, ¿qué opinas?

Si quieres dar tu opinión o hacer algún aporte sobre las cuestiones que trata esta entrada, te leo en el apartado de comentarios y te invito a que compartas el artículo. ¡Gracias! 🙂

Javier del Molino

Crecí en el barrio de Pizarrales (Salamanca), lugar de nacimiento de un famoso delincuente: «el Lute». Pero yo elegí el otro bando. Por eso hoy escribo sin pretensiones de fama ni fortuna, pero con conocimiento de causa, sobre el bien y el mal, sobre policías y ladrones, sobre criminología y criminales…

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